Snackification o cómo alejarnos (más) de la mesa
Siéntate a comer un buen guiso. Y deja los snacks…
Laia Shamirian Freelance Food Writer
El fenómeno de snackification se refiere a la tendencia de sustituir las comidas tradicionales por snacks a lo largo del día. Una de las principales diferencias entre esta y otras tendencias es que el foco está puesto sobre conseguir la versión más saludable del snack. Hasta aquí, puede despertar más o menos interés, más o menos rechazo pero lo que está claro, es que a todos nos importa el porqué nació esta idea y cuáles son las causas.
El origen de esta forma de consumo nace del interés de la población por continuar comiendo sano incluso cuando no tienen el tiempo para sentarse a comer o los suficientes recursos económicos. Este aspecto es lo que verdaderamente debería preocuparnos.
Este enfoque de la alimentación no es negativo per se, y en el contexto adecuado puede ser de mucha utilidad. Por ejemplo, un día o una semana ajetreada en la que no tenemos el tiempo para cocinar es mucho mejor recurrir a quesos, hummus, encurtidos y cremas de diversas verduras y hierbas aromáticas que a bocadillos de pan blanco, de patatas chips o de embutidos. El problema como ocurre casi siempre, es convertir lo puntual en hábito.
Tal y cómo veíamos en la Crónica Comestible #7 el acto de comer juntos es mucho más que un reto de más o menos valía sociológica.
Comer juntos habla de una norma social perdida que deja un vacío difícil de llenar. En ese espacio, en el que no tenemos muy claro el cómo, cuándo, con quién y (casi) ni porqué deberíamos sentarnos a comer, vivimos una profunda transformación. Comer ya no es un acto significativo y parte esencial del sostén de la comunidad, sino que pasa a ser un acto totalmente funcional.
De esta manera, el hecho de convertir en rutina la toma de alimentos, más o menos sanos, pero ante todo en pocas cantidades, solos y velozmente, como es el caso de la «snackification» continua promoviendo la individualización y la desconexión con el apetito propio y ajeno.
Por otro lado, ya no sabemos cocinar. Puede decirlo el antropólogo Jesús Contreras en un artículo académico, gritarlo a los 4 vientos Maria Nicolau o escribirlo Albert Molins en su última obra Comer sin Pedir Permiso. En cualquiera de sus formas, es una verdad innegable. De milenials para abajo hemos perdido el hábito, los trucos, el buen hacer culinario. No sabemos comprar pescado en el mercado y aunque conocemos todo tipo de panes nuevos mucho más saludables que el pan blanco, tampoco somos expertos compradores de verduras frescas.
Cocinar no es sólo habilidad, es también herencia. Cada vez que olvidamos como recrear una receta, estamos permitiendo que se borre un pedacito de historia. Y cada vez que se borra un pedazo de historia, cualquiera puede tomar un fluorescente y hacer cuatro marcas arbitrarias encima del blanco. Eso es un poco lo que ocurre con la snackification, que convertido en hábito toma los mediodías para hacerlos pasar de memorable pici al ragú de trattoria a alimento envasado de quinta gama, de largo listado de ingredientes y de origen de acero.
La ventaja de este tipo de tendencias es ganar conciencia sobre lo que comemos. Si bien ha quedado claro que el cómo y el porqué comerlo a modo de pequeño snack tiene un buen margen de mejora, es igualmente cierto que hoy en día nos preguntamos mucho más a menudo: qué estamos introduciendo en nuestro organismo exactamente.
Ya que, las bases de la snackification como tendencia fue el preguntarse cómo poder sustituir chips o sándwiches por opciones más saludables aunque igualmente accesibles y rápidas.
Esto nos proporciona una mirada más completa sobre la alimentación que en un contexto que también incluya la mirada social y cultural de la alimentación puede dar lugar a una mirada gastronómica muy enriquecedora.
De esta manera, siendo conscientes del relevante papel que tiene para nosotros la socialización a la hora de comer, este tipo de tendencias podrían ayudar a mejorar la calidad de nuestra alimentación al poner de relieve las razones por las que tomar snacks ricos en grasas saturadas, carbohidratos y/o no parece la mejor idea.
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Hola, soy Laia Shamirian y esta es la historia detrás…
Laia Shamirian Pulido escritora gastronómica, mestiza y viajera. Dice que puede encontrarse la fe entre macchiatos e injeras. Y que de no encontrarla, el comer y el beber, habrán merecido la pena igualmente.
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