Laia Shamirian Freelance Food Writer

Table Times

Di con el trabajo de Isabel a través de la primera edición en tela de Table Times. Una idea original, hecha con mimo y elegancia, como todo lo que envuelve a la editorial, e inspirada en el diario tradicional.  

 

Con motivo de su publicación, ¿Y qué comemos mañana?, tuve el placer de entrevistarla. Hoy, comparto con vosotros el bagaje, la visión y el trabajo detrás del nacimiento de esta editorial gastronómica de carácter excepcional.

 

Isabel Torres Siller, gastrónoma y directora editorial, de origen mejicano afincada en Palma de Mallorca. Creadora junto a su socio Andrés Ramírez Ruiz, de la editorial Table Times. Un espacio donde comparten narrativas gastronómicas llenas de sutileza y sensibilidad. Cuentan en su haber con dos publicaciones, el manifiesto de Table Times en tela y el libro ¿Y qué comemos mañana? Una oda a la Abuelita Fina, a la cocina como espacio de recibimiento, de sabiduría y de vida. En la actualidad podéis ver otras obras interesantes y extraordinarias que podéis adquirir en https://tabletimes.es/

¿Qué significa para ti ser gastrónoma, Isabel?

Para mí ser gastrónoma es tener en cuenta todo lo relacionado con la alimentación. La alimentación es algo que nos une, todo el mundo necesita comer y la mayoría de las personas encuentra un cierto placer en la comida. Algo tan sencillo como poner una mesa, es disponer un espacio, unos platos, unos cubiertos, unas copas, para que un ratito después alguien esté disfrutando. 

Siempre tuve muy claro que quería estudiar gastronomía y cursé la Licenciatura de Gastronomía en Ciudad de México, que cuenta con una parte muy práctica. Esa parte tan práctica fue un dilema. 

Yo estaba convencida de que quería estudiar gastronomía. Mi mamá me decía: “hostelería, restauración, eso es muy pesado”. Me preguntó unas cinco veces si estaba segura de querer hacerlo. Y yo, yo era la típica niña que podía pasarse toda la tarde haciendo postrecitos, brownie, pastel, me encantaba, me lo pasaba genial. Y entraba en una librería y me iba directa a los recetarios. Encontraba un gustillo ahí, que no sabía el qué, así que hice gastronomía. 

Luego cuando estaba en la carrera, en las clases de cocina, no lo pasaba muy bien. Sabía que mi lugar no era en el fuego. Lo veía con mis amigas, ellas eran fuego, con todo lo que cabe en la etiqueta de ser cocinero, como estar parada 15 horas todos los días. Esa parte no era para mí, pero todo el resto me removía por dentro.  

 

¿A qué te refieres cuando dices el resto?

Las clases de historia con Pilar, por ejemplo, que ha sido la mejor profesora que he tenido. En sus lecciones empecé a enamorarme de cómo evolucionamos junto al fuego, de cómo se dieron y se dan las relaciones humanas alrededor de la comida. 

A finales de carrera, llega tu salto a Europa. Tu experiencia en la fundación del Bulli.

Sí, en el sexto semestre tenía que hacer unas prácticas, y conseguí plaza en la Fundación.  Recuerdo perfectamente el día que abrí el correo estando en clase, y leí el email confirmando que me habían aceptado. Fui a decírselo al coordinador y se quedó blanco.  

Llegué a Barcelona, y encontré junto a unas amigas piso a quince minutos andando. Iba de lunes a viernes, entrando a las 9 y media. Fue idílico. Yo estaba en la partida de técnicas y herramientas, guiados por Gabriel Bartra. Lo que teníamos que hacer era contextualizar técnicas, por ejemplo, si te tocaba la técnica de batir tenías que romperla. Verla por todos lados. Cómo se dice en inglés, en francés, en castellano, cuándo aparece en la historia, qué ingredientes se baten, qué herramientas se utilizan para batir.

También recuerdo el ambiente de silencio y puntualidad absoluto. Si llegabas tarde te hacían firmar un aviso. A las 9 y media había que estar allí trabajando, no llegando. Y Ferran Adrià era el primero en llegar y el último en irse.  

En esta experiencia conocí gente increíble. Como Sandra, historiadora y arqueóloga, y Andrés. 

 

ANDRÉS RAMÍREZ RUIZ, director y diseñador editorial de Table Times.

Como todo lo que incumbe a Isabel, su encuentro con Andrés, su actual marido y la otra mitad de Table Times, estuvo envuelto de encanto.  

Se conocieron al final de su estancia en la Fundación del Bulli, en Barcelona, tras la que cada uno de ellos debía volver a sus respectivos lugares de origen, México y Palma de Mallorca. Después de prácticamente dos años de relación a distancia, Isabel se mudó el 30 de diciembre de 2017 a Palma de Mallorca. Momento culminante para la germinación de Table Times. 

 

¿Cómo surgió la primera publicación en tela?

Esta primera publicación es un manifiesto, es el compendio de lo que representa la editorial de Table Times. Sabíamos que queríamos hacer algo distinto y que a la vez tuviese la esencia del periódico clásico, ese peso, esa rigurosidad. Un día me vino la inspiración y vi el nombre: Table Times, los tiempos de la mesa.

La mesa para mí es todo. Un objeto intrascendente, simple, pero donde pasa la vida. Pasado, presente, futuro. 

¿Y el proceso de llevarlo a cabo en tela? ¿Cómo fue? 

Todo el tiempo tenía en mente hacer algo que no fuese en papel. Pensaba en el mantel, las servilletas. Andrés en ese momento estaba estudiando diseño y pudimos hacerlo nosotros mismos en el estudio de serigrafia de su escuela.

En un inicio buscábamos telas como la de lino, pero eran tan porosas que la tinta traspasaba completamente. Un día, el profesor de Andrés apareció con unos retales de algodón, hicimos la prueba, y quedaba perfecto.  

¿Y qué me dices del acabado? 

Los cosí todos a mano. Sólo se podía imprimir por un lado así que cada página, son dos páginas cosidas por los bordes. 

La idea ahora es crear una versión más económica en papel, para que más gente tenga acceso a esa versión. En esa edición contaron con colaboradoras como Claudia González, Carla Mouriño o Lakshmi Aguirre. 

 

¿Cómo surgió vuestro primer libro, "Y qué comemos mañana"?

Lo teníamos en mente hace muchos años. La abuelita Fina es tan generosa, tiene tanta energía. Desde que la conocí supe que quería ser como ella de mayor. Es alguien que te abre las puertas de su casa. Cuando yo estaba en México, me envío un vídeo enseñándome a hacer la tortilla de patatas. En el libro están los fotogramas del vídeo. 

Con el libro, queríamos más allá del legado, representarla a ella. 

¿Cómo decidisteis su formato? 

La idea inicial era un libro grande, de mesa. Incluso habíamos pensado en hacerlo con una espiral, como un libro antiguo de recetas. Un día Andrés volvió de hacer las pruebas de impresión. Al ser pruebas, el tamaño era pequeño, sólo para comprobar que todo salía bien. Le encantó. Nos dimos cuenta al verlo de que la esencia de la abuelita Fina estaba mucho mejor representada en un formato ligero, como ella. Ella es ligera, es alegría. No es un tomo grande, pesado.

¿Qué hay del diseño? 

Desde el principio teníamos claro que los tonos del libro serían los mismos que los de la cocina. El dibujo del punto de libro, también sigue el mismo patrón que el de los azulejos de la cocina.  

Sobre la apertura, tuvimos dudas. Queríamos que el libro tuviese amplitud, que no se quedase demasiado cerrado. Escogimos la encuadernación otabind, porque si te fijas en el borde, la forma en la que está encolado deja más espacio, puede abrirse mejor.

“Cuando me acostaba, me decía a mí misma – soy un barco en altamar y tengo que tirar pa lante.” - Abuelita Fina

A través de este libro, no sólo le hacen honor a la abuelita Fina y a su contagiosa alegría, sino que trascienden la cocina. Toman la calidez de la bienvenida, de las puertas abiertas y nos invitan a la mesa con este volumen. Una mesa capaz de conectarnos desde los entrantes hasta los postres, con el agradecimiento, la aceptación, la dicha, la superación. Inundándonos con cada bocado de la delicada luz que entra por la ventana de la cocina en una mañana de sábado

Andrés Ramírez Ruiz, Isabel Torres Siller y la Abuelita Fina en la presentación del libro en Palma de Mallorca

Soy Laia Shamirian Pulido. Redacto contenido sobre gastronomía y nutrición. Educo sobre nutrición. Escribo este blog con el fin de promover el disfrute de la mesa y de la vida, sin complejos y sin comprometer nuestra salud.